Poco tiempo después de que Dios pusiera a los seres humanos en la Tierra, rápidamente la humanidad se encaminó a su autodestrucción. Siguiendo el ejemplo de Adán y Eva que rechazaron las instrucciones de Dios, la humanidad se volvió progresivamente hostil y corrupta.
No podemos imaginar plenamente el grado de la maldad de ese tiempo. La maldad era «grande», y cada pensamiento del corazón de cada uno de ellos era de continuo solamente el mal. No había bondad en el mundo.
El Señor Jesucristo nos dice otra cosa que ocurría, había total indiferencia ante la palabra predicada por Noé, sin temor al juicio Divino ni temor a las amenazas de un justo castigo (Mt 24:37).
Si no le buscamos y somos indiferentes a Dios, merecíamos lo mismo que ellos. ¿Le preocupa tener que presentarse ante un Dios Santo? ¿Está endurecido como los hombres de Noe? ¿Se da cuenta que tiene un corazón no arrepentido que necesita salvación?
Como Noé creyó a Dios y se subió al arca, así mismo debemos tomar la provisión espiritual que es ofrecida, esa arca se llama Cristo el Señor. Debemos acudir a él y creer en él. El arca fue la provisión de Dios para Noé como Cristo es la provisión de Dios para los pecadores.