El ministerio terrenal de nuestro Señor fue abundante en milagros y las sanidades. Se registran en las escrituras 33 eventos similares y sin duda fueron muchos más (Mt 8:14 y Lc.4:40). Si bien no todos fueron registrados, los que quedaron para nuestra edificación tenían claros propósitos.
En primer lugar, mostraban su compasión, misericordia y preocupación por las personas. No le era indiferente el dolor humano. En segundo lugar, autentificaban su ministerio terrenal, pues Jesús era el Mesías, el Cristo y Dios encarnado. Finalmente, también tenían propósitos evangelísticos (Jn 20:31), es decir, los milagros de curación fueron diseñados cuidadosamente para ser ilustraciones de la sanidad espiritual. Todas estas sanidades fueron elaboradas para representar cómo Cristo sana el alma del pecado y la condenación.
Uno de esos milagros es conocido como el milagro del “ciego de nacimiento”, en el cual podemos encontrar el camino de salvación. Al sanar a un ciego de nacimiento, nuestro Señor busca ilustrar la profundidad del desconocimiento humano de las realidades espirituales y la transformación que se produce cuando creemos en el Señor. Por otra parte, nos enseña también, la “ceguera” en la que quedan quienes rechazan voluntariamente el evangelio. Aquí están la descripción del triste estado la ceguera espiritual y las ganancias de la conversión.